No me queda azúcar. Enebro no recuerdo haberlo tenido jamás. Las manzanas llaman mi atención en los mercados, pero nunca he comprado ninguna. Por casa, no sé cómo, de vez en cuando encuentro mandarinas. Hoy no. No tengo mandarinas. Las mandarinas me gustan mucho. Por no hablar del pomelo, que tampoco tengo.
Le he pedido un par de naranjas a mi vecina, las tiene frescas, pero no son sudafricanas, así que no me valen. Y yo no tengo cáscaras de naranjas frescas sudafricanas tampoco. Una pena. Lo de la fruta no me lo enseñaron bien mis padres. Lo de las otras frutas, las del bosque, no sé ni dónde se pueden encontrar. Arándanos, frambuesas o moras no tengo yo nunca.
No tengo enebro. No tengo jengibre. Pimienta jamaicana (maldita sea) no tengo. Hace años que no me da por comprar regaliz, lo del Pepe me pareció excesivo. No tengo vainilla. No sé ni qué forma tiene la vainilla, si es una flor o si es una rama. Solo la veo en las tapas de los yogures y solo la pido en algún helado del Rayas.
Incomprensiblemente no tengo raíz de angélica y anoche ´biengasté´ los últimos pétalos de rosa y ´biengasté´ el pepino que tenía a mano.
No tengo nada para poner dentro de lo que si tengo.
Porque tengo una bonita copa de balón. Tengo hielo en su punto. Tengo el culito de una salerosa ginebrita malagueña. Un limón que me ofreció mi vecina salerosa y una tónica salerosa que me apañó el soso de mi vecino.
Además tengo un domingo de enero. Tengo sol. Tengo una tarde. Y me tiene Sevilla.
Francamente; todo lo que me falta dentro de mi gin-tonic, me sobra con lo que tengo fuera.
Canela en rama, tengo.
foto digodugo.